Margarita González Gamio escribió en abril de 1997 que El Hoten -como también se le llamaba- pintó murales en la antigua Fonda Santa Anita, del cine Continental, del Salón México y del cine Colonial de la ciudad de Puebla; calificó el inmueble como "una hermosa casa colonial" y de "excelente" la comida mexicana "de la de antes". Su nota periodística me obligó a visitar la fonda. Recuerdo que a la entrada había una alacena antigua donde estaba la escultura en bronce del Hotentote desnudo, responsabilidad colectiva de sus compañeros de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, malamente conocida como Academia de San Carlos. Adentro se encontraba el retrato de una prostituta en espera de fichar (con su obligado cigarro entre los labios rojos)
y su autorretrato medieval -entre otras obras- y su gran mural en papel kraft, donde había pintado una vecindad donde aparecía un tipo que se asemejaba al gran Agustín Lara. Probé una deliciosa cecina estilo Yecapixtla ("Se sirve con crema y un gran pedazo de queso", me comentó Juan Olmedo López). En lugar de la alacena y del Hotentote desnudo hay decenas de cajas apiladas y un anuncio de la Fonda la Casona.
A lo largo de la escalera hay más y más cajas. Lo mismo en el gran comedor donde estaban sus pinturas. Hay enormes reproducciones en vinil y más cajas entre las cinco o siente mesas, donde se encuentra un hombre y una mujer en sus respectivos lugares. A uno de los cocineros le pregunto si ya desapareció la Fonda del Hotentote. Me responde que hace más de un año. Bajo decepcionado por las escaleras. Continuo por Cruces hasta la esquina donde alguna vez estuvo un Banorte, hoy una exitosa papelería entre papelerías. Un motociclista en sentido contrario está a punto de atropellarme antes de llegar a la cuadra de mercerías. En plaza de San Miguel se congregan los acarreados perredistas -con banderolas blancas- para trasladarse al Zócalo al llamado de Cuauhtémoc Cárdenas contra la Reforma Energética. Me pierdo en el Metro.
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