sábado, 20 de marzo de 2010

PANORAMAS Y DIORAMAS

A partir de fines del siglo XVIII pintores, inventores, empresarios, decoradores e iluminadores se interesaron por construir espectáculos multidisciplinarios que sorprendieran a los espectadores. Fue necesaria esta interrelación porque, como explica el Diccionario Larousse de la Pintura (Barcelona: Planeta-Agostini, 1987) al definir los panoramas, exigía profundos conocimientos de "perspectiva y de perspectiva engañosa", además de poner en práctica "un complejo mecanismo de juegos de luz, puesto que este tipo de pintura iba sobre un lienzo pintado por ambos lados".
Correspondió al irlandés Robert Barker (1739-1806) iniciar esta moda, al diseñar y construir su Panorama (1788, imágenes de arriba y abajo), en la cual había una pintura circular que registraba minuciosamente la ciudad escocesa de Edimburgo, tal y como se veía desde su torreón. Pere Freixa i Font [1] comenta que en 1791 Barker patentó sus sistema titulado La nature a coup d’oeil, for the purpose of display views of nature at large, by oil-painting, fresco, water-colours, crayons, or any other mode of painting or drawning.

La tela pintada se metía en un cilindro de unos 14 metros de diámetro, que al girar se podía ver el panorama de Edimburgo. Barker estaba tan obsesionado con su obra que en 1792 hizo una versión pequeña en acuarela. Cuando su patente
terminó en 1801 comenzaron a proliferar los panoramas tanto en Europa como en Estados Unidos.

El pintor francés Pierre Prévost [2] popularizó los panoramas en Europa. Uno de sus ayudantes, el joven pintor paisajista Louis-Jacques Mandé Daguerre (1787-1851), futuro inventor del daguerrotipo, se interesó en el espectáculo. Daguerre y Charles Marie Bouton instalaron en la calle Samson de París una derivación del panorama al que llamaron Diorama, que explotaron de julio de 1822 a 1849. Trasladado al boulevard de Bonne Nouvelle, a raíz de un incendio en 1839, es finalmente arrasado y consumido por el fuego. El espectador veía, a través de juegos de iluminación y sonoros, escenas pintadas sobre telas, de 13.8 x 21.5 metros.

Daguerre pintó cuando menos veinte telones para su diorama, entre los que se encuentra “La misa de gallo en Saint Etienne du Mont” [3]
Al igual que los panoramas, supongo que variantes de los dioramas proliferaron.En 1823 se exhibió en Londres el Zócalo mexicano sin sus famosos volcanes, como lo atestigua el siguiente dibujo.
El diorama arribó a la ciudad de México en 1843. El 4 de octubre de ese año Francisco Milán de la Roca solicitó al Ayuntamiento instalar uno frente a Palacio Nacional, en el número 4 del Portal de Mercaderes. Ofreció dos funciones diarias. En abril del año siguiente Pablo Thomas alquiló el atiborrado local para proyectar vistas “de diorama y panorama”. Manuel Romero de Terreros recordaría que el tal panorama


es una gran sala cilíndrica, en las paredes interiores de la cual se pintaban o pegaban lienzos en perspectiva o paisajes, a colores [4]

Alexander von Humboldt (1769-1859), el científico y naturalista alemán, tuvo conocimiento tanto del panorama “de Parker” (sic, por Barker) como de los dioramas de Prévost y de Daguerre. Como buen naturalista, se quejaba en 1851 de que ambos espectáculos no captaran el paisaje y sólo reprodujeran “ciudades y lugares habitados”. Propuso pintar paisajes de los Himalaya o de los ríos sudamericanos, pero que antes fueran cotejados con las imágenes que proporcionaban los daguerrotipos. Meses antes de que aparecieran impresas las elucubraciones y proposiciones de Humboldt, se podían realizar panoramas fotográficos como el siguiente del Mont Blanc.
NOTAS
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4.- José Antonio Rodríguez, El arte de las ilusiones: espectáculos precinematográficos en México, Conaculta-INAH, 2009.

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