sábado, 14 de junio de 2014

CON LOS VILLOLOGOS

El licenciado Francisco Villa, nieto del Centauro del Norte, y el etno-historiador Armando Ruiz convocaron a nombre de su Colectivo Los Villologos, a un recorrido por los lugares por donde anduvieron Villa y Emiliano Zapata en 1914, en el centro de la ciudad de México. 

Aunque Armando citó a las 10 y media de la mañana en el costado poniente de la catedral, hasta las 11 se reunieron las doce personas interesadas por la ruta, a quienes entregó una etiqueta con el emblema de su colectivo. El primer lugar visitado fue donde se hospedó Zapata, frente a la desaparecida estación de ferrocarril de San Lázaro y a una cuadra de la Iglesia de la Soledad, por donde actualmente se congregan autobuses que van a Chiapas, Oaxaca, Guadalajara y anexas. Una placa de mármol menciona que ahí estuvo Zapata.
Visitamos, brevemente, la iglesia de La Soledad, donde los viernes hay misas para las prostitutas, ya visibles en la avenida Circunvalación. Ya no regresamos por la calle Emiliano Zapata. En la reducida cantina La Potosina, en cuya esquina hay que subir tres peldaños y pasar junto a una Santa Muerte de tamaño natural, hubo un primer hidratamiento a base de "lagartijas" (55 pesos), "conejos", cervezas (a 30) y cocas. Villa, fiel a la tradición de su abuelo, no tomó bebidas embriagantes. El polémico Fernando del Moral González tomó la palabra para hablar sobre la mítica fotografía de la entrada de Villa en Ojinaga y sobre sus proyectos fílmicos.

Entramos a un vigilado Palacio Nacional donde en diciembre de 1914 comieron Villa, Zapata y sus huestes. 

Después de la comilona los foto-reporteros captaron la célebre fotografía en donde se encuentra Villa en la silla presidencial. Uno de los asistentes, como recordó en la cantina La Potosina, mencionó que esa silla, aunque tapada, estuvo en la mesa del comedor familiar y escuchó decir a su mamá que había sido un regalo de Villa a Zapata, ya que a esa casa llegaban  mercancías zapatistas por el desaparecido canal de Roldán y por el tren. Armando me comentó que entrevistó para un video al güero que aparece en esa imagen, que resultó ser un corneta queretano que abandonó el carracismo por el villismo. 

Como no se pudo entrar al salón donde se tomó esa histórica fotografía admiramos el mural donde Diego Rivera pintó dos veces a Emiliano Zapata y una sola vez a Villa. Sobre la calle peatonal de Madero se llegó al edificio que ocupa la tienda Zara, donde Armando explicó que Villa cambió la denominación de ese tramo de Plateros por su actual nombre, aunque yo acoté que el cambio no fue inmediato sino que hasta 1917. 
Después de permanecer unos minutos en el antiguo Hotel Iturbide, hoy Palacio de Cultura Banamex, donde Villa y Luz Corral pasaron su luna de miel, nos encaminamos al bar Buenos Aires para comer (botana en tres tiempos o a la carta. Cocas a 45 pesos). El grupo Ideal, de Justino Alva, interpretó canciones al gusto de Francisco Villa, mientras en las pantallas Italia doblegaba a Inglaterra.
En la Procuraduría Agraria vimos, tras las rejas y a unos cuantos metros, un busto de Zapata y para rematar el recorrido entramos al Restaurante-Bar La Ópera (sangrías a 60), donde se presume un balazo que dio Villa en 1914. Lamentablemente no lo dió el Centauro del Norte sino décadas después el abogánster Bernabé Jurado, alias El abogado del Diablo
Aunque no es seguro parece que nos sentados en el mítico gabinete donde alguna vez estuvieron Carlos Monsiváis, el dibujante José Luis Cuevas (¡un saludo José Luis!), Fernando Benítez y Carlos Fuentes, si estuvimos debajo de la mítica horadación.
Más que Villa y Zapata la charla del aperitivo final incidió en los inicios del rock en México, en la pasión de Armando Ríos por The Rolling Stones y en la discriminación que sufren los viajeros mexicanos en Alemania y en España. El recorrido casi terminó a las ocho de la noche.Inesperadamente Armando, su esposa y Lupita fueron abducidos por un taxi que enfiló a la Narvarte. Era necesario refrescarse del bochorno operístico con el viento de la Alameda.

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