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sábado, 2 de junio de 2012

EN TLATELOLCO, PRIMER TORNADO

Con motivo de la inesperada granizada de ayer, con mini-tornados y ráfagas de viento de 50 kilómetros por hora, durante su "Consultorio" en la tercera emisión de Hoy por hoy, conducido por Salvador Camarena para W-Radio, el ingeniero Hernández Unzón informó que el primer tormado documentado en México ocurrió en Tlatelolco en el siglo XVIII. El único testimonio no "fue un video o una fotografía sino un óleo". Lamentablemente no abundó más, ni Camarena le preguntó cómo era esa pintura ni su autor, aunque alcanzó a decir el mal chiste que el tornado había sido Gustavo Díaz Ordaz.

Mientras otros meterorólogos y de Protección Civil se hacían bolas (Albarrán decía que fueron dos tornados al norte -uno de estos por la clínica 23 de IMSS- y Elías Miguel Moreno que sólo uno en el Zócalo), una imagen de video da cuenta cómo un tornado pasa por Tlatelolco, precisamente por la plaza de las Tres Culturas.
Minutos después el Museo Colección Blaisten, alojado en la antigua sede de Relaciones Exteriores, eje central y Ricardo Flores Magón, informó en su cuenta de Facebook: 

sábado, 20 de marzo de 2010

PANORAMAS Y DIORAMAS

A partir de fines del siglo XVIII pintores, inventores, empresarios, decoradores e iluminadores se interesaron por construir espectáculos multidisciplinarios que sorprendieran a los espectadores. Fue necesaria esta interrelación porque, como explica el Diccionario Larousse de la Pintura (Barcelona: Planeta-Agostini, 1987) al definir los panoramas, exigía profundos conocimientos de "perspectiva y de perspectiva engañosa", además de poner en práctica "un complejo mecanismo de juegos de luz, puesto que este tipo de pintura iba sobre un lienzo pintado por ambos lados".
Correspondió al irlandés Robert Barker (1739-1806) iniciar esta moda, al diseñar y construir su Panorama (1788, imágenes de arriba y abajo), en la cual había una pintura circular que registraba minuciosamente la ciudad escocesa de Edimburgo, tal y como se veía desde su torreón. Pere Freixa i Font [1] comenta que en 1791 Barker patentó sus sistema titulado La nature a coup d’oeil, for the purpose of display views of nature at large, by oil-painting, fresco, water-colours, crayons, or any other mode of painting or drawning.

La tela pintada se metía en un cilindro de unos 14 metros de diámetro, que al girar se podía ver el panorama de Edimburgo. Barker estaba tan obsesionado con su obra que en 1792 hizo una versión pequeña en acuarela. Cuando su patente
terminó en 1801 comenzaron a proliferar los panoramas tanto en Europa como en Estados Unidos.

El pintor francés Pierre Prévost [2] popularizó los panoramas en Europa. Uno de sus ayudantes, el joven pintor paisajista Louis-Jacques Mandé Daguerre (1787-1851), futuro inventor del daguerrotipo, se interesó en el espectáculo. Daguerre y Charles Marie Bouton instalaron en la calle Samson de París una derivación del panorama al que llamaron Diorama, que explotaron de julio de 1822 a 1849. Trasladado al boulevard de Bonne Nouvelle, a raíz de un incendio en 1839, es finalmente arrasado y consumido por el fuego. El espectador veía, a través de juegos de iluminación y sonoros, escenas pintadas sobre telas, de 13.8 x 21.5 metros.

Daguerre pintó cuando menos veinte telones para su diorama, entre los que se encuentra “La misa de gallo en Saint Etienne du Mont” [3]
Al igual que los panoramas, supongo que variantes de los dioramas proliferaron.En 1823 se exhibió en Londres el Zócalo mexicano sin sus famosos volcanes, como lo atestigua el siguiente dibujo.
El diorama arribó a la ciudad de México en 1843. El 4 de octubre de ese año Francisco Milán de la Roca solicitó al Ayuntamiento instalar uno frente a Palacio Nacional, en el número 4 del Portal de Mercaderes. Ofreció dos funciones diarias. En abril del año siguiente Pablo Thomas alquiló el atiborrado local para proyectar vistas “de diorama y panorama”. Manuel Romero de Terreros recordaría que el tal panorama


es una gran sala cilíndrica, en las paredes interiores de la cual se pintaban o pegaban lienzos en perspectiva o paisajes, a colores [4]

Alexander von Humboldt (1769-1859), el científico y naturalista alemán, tuvo conocimiento tanto del panorama “de Parker” (sic, por Barker) como de los dioramas de Prévost y de Daguerre. Como buen naturalista, se quejaba en 1851 de que ambos espectáculos no captaran el paisaje y sólo reprodujeran “ciudades y lugares habitados”. Propuso pintar paisajes de los Himalaya o de los ríos sudamericanos, pero que antes fueran cotejados con las imágenes que proporcionaban los daguerrotipos. Meses antes de que aparecieran impresas las elucubraciones y proposiciones de Humboldt, se podían realizar panoramas fotográficos como el siguiente del Mont Blanc.
NOTAS
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4.- José Antonio Rodríguez, El arte de las ilusiones: espectáculos precinematográficos en México, Conaculta-INAH, 2009.

sábado, 31 de octubre de 2009

PROHIBEN EL DIA DE MUERTOS

En 1766 la sala del crimen de la Real Audiencia prohibió la asistencia a los cementerios de la ciudad de México los 1 de octubre y recordó que no estaba permitido vender bebidas embriagantes después de las nueve de la noche. La disposición, como dice Juan Pedro Viqueira Albán en ¿Relajados o reprimidos? (FCE, 1995), fue acatada aparentemente sólo en los cementerios de la ciudad porque en los pueblos o municipios se siguieron consumiendo alimentos y bebidas en las tumbas.

En 1773 prohibieron a los indígenas en esa fecha entrar al cementerio del franciscano Hospital Real de San José de los Naturales (1631-1822), ubicado en la esquina del actual eje central Lázaro Cárdenas, Artículo 123, Victoria y Dolores y Aranda (en el número 3 del mapa de arriba). Cada año eran enterrados en ese extenso predio, víctimas de los cirujanos franciscanos, un promedio de 400 muertos por lo que cada familia indígena tenía un familiar en ese camposanto. Indignados por no poder visitar a sus deudos -como lo recuerda Viqueira Albán-, los indígenas dejaron de dar limosnas y el capellán renunció a su cargo. Su sucesor, el bachiller José María de Neve y Romero, solicitó al virrey en 1777 abrir la puerta que daba a Victoria, pero dos años después denegó la solicitud por temor a que esa calle se volviera escenario de "almuerzos, embriagueces e indecencias".

En uno de los patios del hospital estaba el corral de comedias, el primer foro teatral en México [1]. Con el cobro por los espectáculos se oficiaban misas y responsos.

NOTAS

1. Maya Ramos Smith, “Expresiones artísticas callejeras”. En:


FRANCISCO AGUERA



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En la exposición Diario de México (1805-1817), del 14 de octubre al 10 de febrero de 2010 en el vestíbulo de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, ubicada en República de El Salvador número 49, se pueden apreciar obras del grabador Francisco Aguera o Agüera como actualmente se le identifica. Bastan ver algunas de sus obras para saber que no tenía tanta precisión en el trazo como sus contemporáneos el grabador Tomás Suria, el dibujante José Guerrero, Larrea o un tal Águila, cuya “Castilla elastica” es excepcional. Sus trazos, muy sueltos, y sus perspectivas dejan mucho que desear.
No creo que haya pasado por la Real Academia de San Carlos, que inició actividades en 1785, ya que Aguera se encontraba activo como ilustrador del importante impresor Felipe de Zúñiga y Ontiveros (1717-1793), responsable de la Gazeta de literatura (1788-1789) y después de la Gazeta de literatura de México (1790-1795), ambas publicaciones editadas, dirigidas y escritas por el científico Joseph Antonio Alzate Ramírez. La reproducción más antigua de Aguera está integrada por tres dibujos y anotaciones. Las primeras dos son vistas del cerro de Xochicalco, de Cuernavaca a Miacatlán, y la restante es una perspectiva área. Esta lámina apareció el 15 de enero de 1788 en la misma gaceta. En la parte baja, del lado izquierdo, puso “Aguera Fec”. (Presionar la imagen para verla con más detalle)
Agüera plasmó un mapa hidráulico de la cuenca de México, que esbozó el erudito Carlos de Sigüenza y Góngora, con adiciones de Alzate en 1786, apareció el 19 de octubre de 1790 en esa gaceta. En la parte inferior derecha el grabador estampó su “Francisco Aguera Gravó”. Es de notar que el dibujo tiene dos perspectivas: una aérea y otra a nivel del suelo, ya que solamente así pueden verse esos cerros que dibujó. Reproduzco la imagen del folleto [1] porque la del catálogo se encuentra dividido [2]. (Pulsa la segunda agrandar la imagen).
Más interesantes son sus siete granas cochinillas, un insecto denominado científicamente dactylopius coccus y que es una plaga del nopal. Después de un largo proceso, las granas se transforman en un pigmento natural (más intenso que el carmín) que es utilizado desde la época prehispánica, tanto en códices como en textiles. La obra, firmada del lado inferior izquierdo como “Aguera Sc”, apareció el 28 de febrero de 1794 en la Gazeta de literatura de México. (Presiona la segunda imagen para verla de cerca)
Dos años antes de entregar los minuciosos dibujos de la cochinilla, hizo las ilustraciones para el hoy célebre libro de Fray Joaquín de Bolaños: La portentosa vida de la muerte, emperatriz de los sepulcros, vengadora de los agravios del Altísimo, y muy señora de la humana naturaleza, cuya célebre historia encomienda a los hombres de buen gusto (Oficina de los herederos del lic. D. Joseph de Jáuregui, 1792). Ya sin la presiones para reproducir planos, Agüera desbordó su imaginación para dibujar a la calavera en situaciones que describe De Bolaños. Si la obra en su tiempo fue menospreciada y atacada [3], desde las mismas páginas de la Gazeta de literatura de México, de enero a marzo de 1793, los grabados de Aguera pasaron inadvertidos.
N O T A S
1.- Diario de México (1805-1817): exposición y ciclo de conferencias, SHCP, 2009.
2.- Diario de México (1805-1817), SHCP, octubre de 2009, 90 páginas numeradas.
3.- Alejandro de Antuñano Maurer, “La portentosa vida de la muerte”, El Alcaraván, número 7, octubre-diciembre de 1991. Oaxaca : Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca.