Fue en agosto o septiembre de 1992 cuando por recomendación de Alejandro Sanciprián y visto bueno de Daniel Sada (Mexicali 1953-2011), llegué al proyecto de la revista Pistas, que dirigía la alta poeta Andrea Montiel, ex esposa del pintor Leonel Maciel. Las oficinas estaban en el primer piso de la avenida Morelos y Bucareli, a un costado del periódico Novedades. Ahí ya estaba el poeta Glenn Gallardo, recién desempacado de París, donde se había ganado la vida como pianista, y una runfla de periodistas, reporteros y columnistas, tan ineficaces como chismosos.
Daniel ya estaba harto de que le dieran largas a la salida del semanario cultural, de donde era el consentido de Andrea, y ponderaba abandonar el barco del Grupo Pirámide para dedicarse de lleno a escribir en forma profesional. Lo ayudaba a transcribir sus escritos Glenn, quien capturaba los textos en discos de 3/4, hoy unas antiguallas como las computadores que tenían que calentarse como una hora.
En horas de trabajo Sanciprián se estableció frente a las oficinas oficiales de Pistas, en un tendajón donde vendían cerveza y tragos desde las nueve de la mañana, antes de salir los mañaneros sopes y huevos revueltos, o en CU, nombre clave que no significaba Ciudad Universitaria sino Correo de Ultramar, una cantinucha ubicada en un edificio que fue mudo testigo de la Decena Trágica. No recuerdo que Daniel haya visitado esos locales. No se despidió de nadie. Muy pronto supimos de sus éxitos. ¡ Qué manera de aceptar su destino literario ! Ocho años después me contó que había dedicado un poema.
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