La película es involuntariamente hilarante por su trama insólita, ya que un barbilindo sacerdote (interpretado por Erick del Castillo) se disfraza de exitoso luchador para obtener ingresos para su orfanato. Pero más insólito es que en la década de los ochenta esta cinta y su antecedente El señor Tormenta (Fernando Fernández, 1962), inspiró a un sacerdote para pisar los encordados bajo el sobrenombre de Fray Tormenta para los mismos propósitos. Algunos diálogos son medio cómicos, como cuando el sicario Zavala (Jaime Fernandéz) encerrado en una oficina habilitada como cárcel con barrotes de madera, exclama compungido a un falso abogado (interpretado por el periodista de espectáculos Carl-Hillos) : "No hay abogado en el mundo que me saque de la cárcel".
Cuando César Mora (Julio Aldama) va a la guarida de Zavala, para saber dónde está secuestrada su novia Rosita (una jovencita Angélica María), se ven algunas pinturas adquiridas en La Lagunilla o del Jardín del Arte. Lo que más me llamó la atención fue ese boceto enorme que cubre una pared. Fue pintado por alguien de Arcadi Artis Gener sobre papel para evitar adquirir una obra tan grande. La escena muestra a personas bailando en un ambiente monárquico. En la segunda imagen se ve claramente cómo la enorme cartulina está pegada a la pared.
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