Arriba, en la primer página se ven letras-corporales (quizá diseñadas por el mismo Kurtycz) y en la segunda otras letras alternando con las pequeñas cartas de nuestra tradicional lotería (¿alquien sabe quién las pintó?), muchas de las cuales, tras intervenirlas, envió a Londres a la fotógrafa Lourdes Grobet, con quien sostuvo una ardiente relación epistolar. El diseño de las letras constata su inminente ingreso al performance y el deseo de utilizar su propio cuerpo como un laboratorio, o desdoblándose como su compatriota el dramaturgo Tadeusz Kantor.
Pintor y dibujante expresionista, en las páginas de su libro Kurtycz incorpora recortes de rostros, cuerpos semidesnudos y hasta dos páginas dedicadas al sadomasoquismo light, procedente sin duda de alguna revista de aquellos años impresa en una sola tinta. En 1980 escenificó Muerte de un impresor y armado con una hacha realizó acciones para él liberadoras y catárticas, no tan mutiladoras como la que se practicó el francés Pierre Pinoncelly en abril de 2002.
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